Asignaturas pendientes de la formación

La autora pide que se optimice cómo recogen las universidades españolas en los planes de estudio las competencias que habilitan el trabajo de los farmacéuticos.

Actualizado a 2 diciembre, 2019. María José Faus. Correo Farmacéutico

El papel del farmacéutico ha cambiado en los últimos años, pasando de estar centrado en el medicamento a estarlo en el paciente. Las razones para este cambio son múltiples: una población cada vez más envejecida, la polifarmacia, fármacos complejos, recursos sanitarios no infinitos, la falta de adherencia, etc., que hacen indispensable que a los pacientes se les ayude y se les garantice que sus terapias son necesarias, efectivas y seguras.

Son muchas las recomendaciones que han publicado organismos internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1993 o el Comité de Ministros del Consejo de Europa de 2001, incidiendo en la necesaria participación de los farmacéuticos, dentro de los equipos de salud, en la evaluación de los resultados obtenidos con el uso de los medicamentos. Estos cambios sustanciales en el trabajo de los farmacéuticos, que en España mayoritariamente se dedican a labores asistenciales, ha hecho necesaria, al igual que en otros países, una adaptación de la formación en Farmacia a las características de estas nuevas necesidades.

Las facultades de Farmacia de todo el mundo, guiadas por la OMS y por la Federación Internacional de Farmacia (FIP), han tomado medidas para que los futuros farmacéuticos puedan ejercer esta labor asistencial. Para ello, era necesario un equilibrio de los componentes de los planes de estudio de Farmacia: ciencias básicas, farmacéuticas, biomédicas y clínicas, socioeconómicas, del comportamiento y de la comunicación, así como una inicial experiencia práctica.

Los resultados publicados por Llimós y Martínez muestran diferencias de estas adaptaciones, según los países. Así Australia, Canadá, Estados Unidos y Nueva Zelanda forman en la actualidad farmacéuticos con habilidades en comunicación y en ser capaces de proporcionar una farmacoterapia efectiva y segura. Para ello, han reducido los contenidos en asignaturas básicas y han aumentado las que proporcionan habilidades asistenciales. En Europa estas adaptaciones han sido menos ambiciosas y queda la duda de si responden a las recomendaciones de la OMS y de la FIP.

Sobre las competencias

En España, las competencias que habilitan el trabajo de los farmacéuticos se regularon por la orden ministerial CIN/2137/2008. Sin embargo, los planes de estudio de la facultades españolas no utilizan adecuadamente el cuadro de éstas competencias. Están mal utilizadas, sin un emparejamiento real entre ellas y el contenido de las asignaturas, siendo más evidente en las relacionadas con una práctica centrada en el paciente.

Después de 46 años como docente de una facultad de Farmacia y de haber desempeñado cargos de responsabilidad sobre los planes de estudio y llevar 30 años investigando en el campo de la Atención Farmacéutica, mi opinión no es muy optimista. La universidad tiene una lentitud crónica en adaptarse a las necesidades de la sociedad. Sin embargo, estoy convencida de que si la profesión presenta estas nuevas necesidades de formación de manera clara y contundente, a través de un trabajo colaborativo con los profesores, habría mecanismos para lograr habilidades clínicas. Nos empeñamos en que hay que cambiar las asignaturas, lo cual es bastante difícil, y quizás se podrían incorporar estas habilidades en muchas de las ya existentes. Lo importante no es el nombre de la materia, sino los contenidos.

Espero que la presión social y la propia subsistencia de la profesión, consiga esta adaptación a las necesidades reales de la población en el tema de los medicamentos. Nos jugamos mucho todos; pacientes, farmacéuticos y profesores de Farmacia.