
Once elementos esenciales que garantizan el éxito de la integración en los sistemas sanitarios
Un trabajo del Grupo de Investigación de AF de la Facultad de Farmacia de la UGR hace una revisión de la literatura científica sobre las teorías, modelos y marcos de integración.
«La integración es un proceso complejo, polifacético y requiere la gestión y participación de múltiples partes interesadas en la integración. Es crucial tener en cuenta las dimensiones políticas y sociales de los sistemas sanitarios e implicar a los profesionales sanitarios en el proceso para promover un movimiento profesional de base, fomentar el compromiso con un propósito común y crear una red de confianza«. Esta es una de las principales conclusiones de un trabajo de investigación impulsado por el Grupo de Investigación en Atención Farmacéutica de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Granada, que Celia Piquer Martínez, una de sus integrantes y autoras, expuso el viernes 21 de abril en el 4º Simpodader Internacional.
Como expresó la experta, el estudio pretende «identificar las teorías, modelos y marcos de integración de los sistemas sanitarios para, más tarde, construir un modelo que pueda utilizarse en el contexto de la farmacia comunitaria y la atención primaria».
Para ello, llevaron a cabo una revisión de la literatura científica en las principales bases de datos desde 2013 a 2022, «aunque ya está actualizada hasta hoy», matizó. Según dijo, los términos utilizados fueron los más populares en la literatura, como sistemas integrados, sistemas organizados, integración de sistemas, entre otros. En total, escogieron 36 estudios según sus criterios de inclusión y exclusión.
La autora del trabajo reconoce que analizar y comparar las teorías, modelos y marcos es algo complejo, «porque utilizan distintos enfoques y actividades y son, además, de distintos ámbitos«. No obstante, lo han hecho y han identificado «dos teorías, quince modelos y nueve marcos, que se han utilizado en el contexto integración de sistemas de salud».
En lo que Piquer Martínez se detuvo fue en que han conseguido identificar once componentes «que se repetían en estas teorías, modelos y marcos». Son los siguientes:
- Identificación de los stakeholders.
- Financiación adecuada, que, «en el caso de la farmacia es esencial, aunque complicado», subrayó.
- Compartir espacios. Este elemento «fue el menos mencionado, pero es muy interesante, porque, cuando hablamos de interacción, en el caso de la farmacia, creemos que es necesario que esté dentro de los centros de salud, pero esto quizás de cabida a pensar que podemos trabajar en diferentes sitios».
- Comunicación.
- Compromiso de la comunidad: «Los pacientes tienen formar parte de esta integración también», defendió.
- Conectividad, es decir, «tener un sistema que nos permita estar conectados», matizó.
- Contexto, cultura y gobernanza: «En el caso de la farmacia -dijo- debería intentar tener una ordenanza por comunidades, pero tampoco está desarrollada».
- Roles: «Tenemos que conocer los papeles del farmacéutico comunitario, el de atención primaria, del médico de atención primaria, etc., porque vamos a trabajar juntos», defendió.
- Visión compartida.
- Objetivos compartidos.
- Confianza mutua.
La investigadora hizo hincapié en que «la identificación de once componentes clave constituye un punto de partida útil para que los responsables políticos y profesionales comprendan los factores esenciales para el éxito de la integración».
Asimismo, enfatizó que «las conclusiones de esta revisión ponen de relieve la necesidad de seguir investigando sobre la integración de los sistemas sanitarios, sobre todo en lo que respecta al desarrollo y la evaluación de teorías, modelos y marcos eficaces en el caso de la farmacia comunitaria y la atención primaria».
Amaia Urionagüena de la Iglesia, del Grupo de Investigación Práctica de Farmacia de la Universidad del País Vasco, explicó los diferentes tipos de integración que hay en los sistemas de salud y cuáles de ellos pueden ser aplicables a la farmacia comunitaria y la atención primaria, basándose en una «revisión narrativa» que realizó su grupo, como detalló.
El objetivo de esta investigación, dijo, era «describir los diferentes tipos de integración y construir un modelo que mostrara la interrelación entre todos ellos, de forma que, en cada contexto, con este modelo delante, se pudiera analizar la posible utilización de los distintos tipos de integración en cada situación».
Cómo señaló, tras analizar todos los tipos de integración encontrados, el modelo que consideraron que representa mejor la interrelación entre ellos fue el modelo Rainbow, pues se trata de un modelo de atención integrada que describe los tipos de integración en función del nivel de salud a que corresponde. Así, muestra tres niveles de salud:
- Macro: sería el más alto de un sistema de salud, donde se determinan cuestiones de política, de recursos y gobernanza. En este nivel estaría la integración de sistemas.
- Meso: se enfoca en los aspectos organizativos para los que se considera las necesidades de la población a la que se atiende. Y en este nivel estaría la integración organizacional y la profesional.
- Micro: sería el más bajo de un sistema de salud y se centra en las experiencias individuales, es decir, en la atención al paciente en el día a día de los profesionales. En este nivel estaría la integración clínica.
«Tomando este modelo como punto de partida, -prosiguió su intervención Urionagüena de la Iglesia-, lo adaptamos a todos los tipos de integración que encontramos en la revisión, que fueron catorce, y construimos un modelo que los clasificara en los diferentes apartados referentes a la amplitud, a los facilitadores y a los tipos de integración clasificados por niveles (macro, meso y micro) y añadimos un apartado más referente a la intensidad de la integración, en el que hay cuatro constructos que van a ser clave en la determinación de la intensidad de la integración».
Además, separaron los tipos de integración en base a los que describía la amplitud, que en este caso hay dos: vertical y horizontal.
Según la ponente, la integración vertical «se rige por un mecanismo en el que una sola entidad gestiona las decisiones de los diferentes niveles del sistema de salud; es decir, una integración basada en la jerarquía de gestión común». Y puso un ejemplo: la integración de los hospitales y los centros de salud de atención primaria.
La integración horizontal, apuntó, que requeriría colaboración y es la integración que se da entre profesionales o actividades que pertenecen al mismo nivel jerárquico. «Un ejemplo es la integración de varios grupos de médicos o clínicas, que acuerdan trabajar en conjunto, con una visión similar del cuidado de la salud», señaló.
Los autores de la investigación estudiaron los tipos de integración que identifican como facilitadores. «Los facilitadores son esos moduladores o elementos que contribuyen a que ocurra esa integración. En este caso hay siete y tienen que ver con el contexto, aspectos financieros, con las normas, con compartir información y todos los aspectos que facilitan esa formación de un equipo multidisciplinar y esa integración entre profesionales que pertenecen a diferentes organizaciones, niveles o servicios de salud», enumeró.
Por último, la experta mencionó los moduladores de la intensidad de la integración. «Estos no son tipos de integración -aclaró-, pero cada uno de estos constructos (consenso, conectividad, comunicación y confianza) son componentes clave que determinan el grado de intensidad en que se va a dar la integración». Y explicó cada uno de ellos. Así, definió el consenso como «la capacidad de llegar a acuerdos en los objetivos y estrategias de salud o en la toma de decisiones compartida»; conectividad como «el uso de tecnologías iguales o interoperables, que permiten compartir conocimientos e información»; de la comunicación dijo que tiene que ser directa o bidireccional y que si se aumenta también aumenta la intensidad de la integración. De la confianza afirmó que «la participación en todos estos procesos de integración conduciría a una mayor confianza entre profesionales y respeto interprofesional».
Aplicándolo en la farmacia comunitaria en atención primaria, defiende que «se podría situar la integración como una integración horizontal entre proveedores del mismo nivel jerárquico entre centros de salud, equipos de atención primaria y farmacias comunitarias».
«Puesto que se trata de la farmacia y de los centros de salud -continuó su exposición-, ocurriría a nivel micro, por lo tanto, la integración de servicios y la clínica podrían ser la base para esta integración, aunque requeriría el apoyo del nivel macro (el apoyo político) para poder realizar cambios y poder trabajar conjuntamente».
Como han comprobado, «los diferentes facilitadores y elementos de intensidad de la integración influirían también significativamente en el proceso». Los facilitadores están aún por estudiar; sin embargo, respecto a los elementos de intensidad, hizo hincapié en que «para lograr una mayor intensidad es necesario llegar a un consenso entre los centros de salud y las farmacias comunitarias, participando en la toma de decisiones y compartiendo estrategias de salud; utilizar tecnologías interoperables, lo que permitiría la conectividad para compartir información, y sería importante aumentar la comunicación bidireccional y directa entre la farmacia y los centros de salud». Y concluyó diciendo que es «importante trabajar en aumentar y mejorar la confianza así como el respeto y el reconocimiento de roles para potenciar las relaciones interprofesionales».
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